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Junín: Nuestra Historia

Historia de la ciudad de Junín
Soy, pero soy también el otro, el muerto
El otro de mi sangre y de mi nombre,
Soy un vago señor y soy el hombre
Que detuvo las lanzas del desierto.
Vuelvo a Junín, donde no estuve nunca,
A tu Junín, abuelo Borges. ¿Me oyes,
Sombra o ceniza última, o desoyes
En tu sueño de bronce esta voz trunca ?
Acaso estés buscando por mis ojos
El épico Junín de tus soldados,
El árbol que plantaste, los cercados
Y en el fin la tribu y los despojos.
Te imagino severo, un poco triste;
Quién nos dirá cómo eres y quién fuiste.

Jorge Luis Borges

 

Luego de la segunda fundación de Buenos Aires, el ganado vacuno y las caballadas que habían traído los españoles se multiplican prodigiosamente.
Sin embargo, con el tiempo, los permisos de vaquería que autorizaban la caza de los animales, traen como consecuencia un paulatino agotamiento de la hacienda.
Nacen así los primeros asentamientos rurales que tienen como objetivo dedicarse a la crianza extensiva del ganado. Luján, Quilmes, Morón, fueron en sus orígenes poblaciones abocadas a la explotación vacuna.
Dentro de este escenario colonial, se encuentra el indio. Antes del establecimiento de las estancias, las tribus nativas se apoderaban del ganado que no tenía dueño y lo utilizaban como medio de subsistencia. Cuando esta situación cambia, los aborígenes continúan con esta actividad y se los comienzan a llamar malones.
Por este motivo, es que el virrey Juan José Vertiz decide establecer una línea de fortines y fuertes que protejan el territorio ocupado por los españoles. Con este propósito, se fundan, entre otros, los fortines de Chascomús, Lobos, Navarro, Mercedes, Carmen de Areco, Salto, Rojas y Colón.
Vertiz quería fortificar todos los pasos sobre el río Salado, para que de esta manera, los malones no pudieran cruzarlo con las haciendas obtenidas. Por ello, decide llevar el Fuerte del Salto hacia la laguna del Carpincho. Pero, las personas que vienen a estudiar el terreno recomiendan adelantar la frontera hasta El Potroso, laguna cercana a la del Carpincho, y que daba nombre a todo la zona. Esta región era el lugar clave para detener la vuelta de los malones con el ganado de las ricas estancias establecidas en Salto, Rojas y Arrecifes. Lo que se conoce hoy como Paso Piedras constituía uno de los vados que facilitaban el cruce de la hacienda.
Pero, Vertiz no concretó nada de lo proyectado, como así tampoco los gobiernos que sucedieron luego de 1810. En aquel entonces la prioridad era concentrar todos los esfuerzos en afianzar la independencia. Después surgieron otros problemas que postergaron por varios años el establecimiento de la línea de frontera planeada por los españoles.

 

El Fuerte

El 27 de septiembre de 1826 el entonces presidente de la Nación, Bernardino Rivadavia, emite un decreto en el que ordena establecer tres fuertes con el fin de ampliar la línea de frontera. Uno de estos tres fuertes era el de El Potroso.
En Agosto de 1827, se designa a Juan Manuel de Rosas para que ocupe el puesto de Comandante General de Fronteras.
El trazado del fuerte de El Potroso queda en manos del ingeniero Teodoro Schuster, quien recomienda no levantar el fortín en el Cerrito Colorado, tal como estaba previsto, sino hacerlo a 21 cuadras de ese lugar, en la margen izquierda del río Salado.
En un primer momento, la tarea de levantar el fuerte estuvo en manos del coronel Federico Rauch, quien se encontraba a cargo del Fuerte del Salto, pero como no recibe la ayuda necesaria, pide licencia por enfermedad. Entonces se encomienda la misión al Segundo Comandante, José Bernardino Buenaventura Escribano.
Escribano recibe la orden de marchar hacia el lugar elegido, y el 27 de diciembre de 1827 acampa junto con sus hombres en el lugar donde hoy está ubicada la plaza principal. De esta manera queda fundado el Fuerte de la Federación, que en aquel momento formaba un pentágono alargado desde las proximidades de la que es hoy la Plaza 9 de Julio, hasta la actual Plaza Alem .
Pero el trabajo recién comenzaba. El 4 de enero de 1828, Escribano escribe a Rosas... "la abundancia de sabandijas que hay en este destino ha puesto la caballada del regimiento que tengo accidentalmente a mi mando en un estado de inutilidad que no cuento con ellos para un caso de repeler al enemigo".
Distintos documentos de la época prueban la preocupación de Escribano por sumar más hombres al fortín, y por cubrir las necesidades que tenían los soldados y las familias de algunos de los soldados que se habían establecido en el Fuerte de la Federación.
En marzo de 1828, el comandante Escribano pide licencia por enfermedad y es reemplazado por Federico Rauch.
La situación en el fuerte es angustiosa. Así lo manifiesta Rauch en una carta que envía al gobierno. En la misma dice: "las familias están a la intemperie. Por la carestía de géneros y el escaso sueldo de los maridos se hallan medio desnudas".
A fines de 1828, Rauch solicita permiso y Escribano vuelve a hacerse cargo del fuerte, actividad que desempeña hasta septiembre de 1829, fecha en la que es destituido del ejército, acusado de ser opositor al régimen rosista.
En 1829 se produce en el fuerte un levantamiento encabezado por dos caudillos del lugar. La sublevación es contenida gracias al accionar del soldado Isidoro Suárez, quien en 1824 había participado en la batalla de Junín por la libertad de Perú. En homenaje a su labor en la defensa del fuerte se cambia el nombre Fuerte de la Federación y se lo comienza a llamar Junín.
El año 1830 encuentra prácticamente abandonado y despoblado al fuerte. Muchos de los ranchos están totalmente destruidos a causa del tiempo y de los frecuentes ataques de los indios.

 

Reconstrucción del fuerte

Cuando Juan Manuel de Rosas asume como gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires, el fuerte vuelve a tomar su nombre original.
Rosas comienza a preocuparse por la reconstrucción del Fuerte de la Federación. Llegan entonces al fuerte las provisiones que hacen posible el establecimiento y la vida de nuevos pobladores. Se reparten las tierras aledañas y se comienzan a sembrar distintos cultivos.
Es importante tener en cuenta que la recuperación del fuerte fue consecuencia de los negociados que el gobierno de Rosas hizo con las tribus de la región. Aunque además de los acuerdos, la campaña al desierto de Rosas, que tuvo como objetivo no la ocupación sino el escarmiento de los nativos, logró que el temor se apoderara de los aborígenes y que muchos se pusieran bajo las órdenes del blanco.
En esta zona estaba el cacique Santiago Yanquelén, que junto con sus indios pampas más un grupo de indios ranqueles se ubicaba en lo que hoy es el puente del Morote y desde allí custodiaba al Fuerte de la Federación de los ataques de los malones de las demás tribus. Yanquelén y sus hombres eran considerados traidores por los otros aborígenes.
Durante el gobierno de Rosas, el comandante José Seguí se hace cargo del fuerte. Seguí era un africano que había llegado al país integrando un contingente de esclavos. Se une luego al ejército y se destaca en algunas acciones. Perseguidor tenaz de indios y servidor fiel de Rosas, fue muy severo durante los 12 años que duró su mandato. En 1863, su cuerpo fue hallado totalmente destrozado en el campo que Rosas le había regalado.

 

Nuevo abandono del fuerte

En 1852, año en el que cae el régimen rosista, el Fuerte de la Federación retoma nuevamente el nombre de Junín. La situación es preocupante. Ya no está Rosas para negociar con los indios. Repetidos malones arrasan el fuerte y obligan a sus pobladores a buscar asilo y protección en el interior.
Para esta época no había ni cura ni médico. No había escuela ni iglesia y los soldados carecen de las armas necesarias y de una alimentación adecuada. La autoridad civil está a cargo del juez de Paz, José Eufrasio Ruiz, ya que a partir de 1853, la autoridad civil se separa de la militar, que es ejercida por el comandante del fuerte, que anteriormente reunía ambos poderes.
Y a pesar de que desde 1854 existía la ley de organización municipal, Junín no podía formar su municipalidad. El juez de Paz de ese momento, Pedro José Aparicio, escribe : "los vecinos más capaces de desempeñar esos cargos se han internado en otros pueblos con motivo de las frecuentes invasiones de indios que ha sufrido esta zona".
Todo comienza prácticamente de cero cuando en 1857 se establece el nuevo trazado del pueblo: la calle principal, hoy 20 de septiembre, y las transversales, las manzanas para las casas de los habitantes, la iglesia, el cuartel de las tropas, la escuela, la plaza de la guardia, la pulpería.
Y el 23 de marzo de 1861 se inicia en Junín el régimen municipal con 4 municipales, hoy concejales.
Un año antes, nacía la casa Basterreix. Frente a la plaza del pueblo, esta casa de ramos generales y de acopio de cereales es hoy el edificio más viejo que existe en Junín.
Aunque en 1864 se crea el partido, un año después Junín era considerado un pequeño pueblito por el gobierno, tal como lo consignan los documentos históricos. Cuenta para ese entonces con 1929 habitantes (diseminados en las chacras y las estancias de la región), y 33 ranchos. Los registros dicen : "El pueblito es un puesto militar compuesto por 33 casas, algunos ranchos,886 habitantes, cuartel y escuela con 90 alumnos".
Pasa el tiempo y Junín crece. Se establece el alumbrado público con faroles alimentados a kerosene, se instalan árboles en la plaza principal, se construye el Cementerio Central, ya que en un primer momento se encontraba donde está hoy la plaza Alem.
Llegan pobladores a la zona, atraídos por un motivo fundamentalmente : los malones indios, luego de la campaña al desierto iniciada por Roca, ya no constituían un peligro para los asentamientos.
Al haber más pobladores, nace la necesidad de comunicación. Surgen las llamadas mensajerías que unen a Junín con los pueblos de Chacabuco, llamada Guardia Nacional, y Chivilcoy.

 

El ferrocarril

A pesar del crecimiento que empieza a despuntar en Junín, es el ferrocarril el que marca un antes y un después en la historia del progreso y el desarrollo de la ciudad.
El primer tren, del ramal Ferrocarril Central Argentino, llega en 1880. Sale de la ciudad de Luján y terminaba en Pergamino, donde se abrían dos ramales, uno se dirigía hacia San Nicolás y otro a Junín, cuya estación estaba en lo que es hoy la estación de ómnibus. Las vías corrían por la actual avenida San Martín.
Como hacía en todas las ciudades en las que tenía estación, el Central levanta un paredón a lo largo de la calle que hoy se conoce como 25 de Mayo, desde Cabrera hasta Alberdi, donde había dos pasos a niveles.
En 1884 llega el ramal Buenos Aires al Pacífico, y dos años después los talleres ferroviarios. Entre el paredón y las vías del nuevo ramal nace el Pueblo Nuevo donde se ubican los habitantes ingleses que tenían a su cargo a la organización y administración de los ferrocarriles. Vestigios de su paso son el Colegio de San Marcos, el edificio de la administración, el templo metodista.
Una importante oleada de pobladores se radican en Junín, muchos de ellos inmigrantes, en su mayoría españoles e italianos que venían al país atraídos por las leyes inmigratorias dictadas durante el gobierno de Julio A. Roca.
La cantidad de habitantes crece vertiginosamente. Antes de 1880, la población no llegaba 2000 personas. En 1895, el censo establece que en Junín hay aproximadamente 12.500 habitantes, contando los que se encuentran en la zona rural y estaciones que, como Morse y Roca, que comienzan a nacer en la región.
Con el nuevo ramal se produce el loteo de la zona que se llamó Tierra del Fuego, hoy Barrio Belgrano. Allí se ubicaron muchos de los nuevos habitantes, trabajadores de los hoy desaparecidos talleres ferroviarios.
Otro fenómeno se produjo con la llegada de los ramales. Junín quedó dividido en tres pueblos muy poco comunicados: el Pueblo Viejo, al norte del paredón, el Pueblo Nuevo, entre el paredón y las vías del Buenos Aires al Pacífico, y Tierra del Fuego.
Por este motivo cuando en 1912 el paredón es destruido gracias a las pedidos de los vecinos del lugar, no hay tres Junín, sino dos, que aún hoy continúan separados por las vías del ferrocarril.
Pero en 1937 y debido a la crisis del '30, el Central Argentino y el Buenos Aires al Pacífico se fusionan. Ya no era necesario que existieran dos estaciones para un mismo ramal, y las vías y la estación del Central desaparecen.
Por la importancia que comienza a adquirir Junín, en 1892 una sucursal del Banco Nación abre sus puertas frente a la plaza principal. Diez años después lo hace el Banco Provincia. Y en esa mismo época nacen para el ocio y el entretenimiento de los pobladores la confitería 9 de Julio y el Teatro Italiano.
El Palacio Municipal, tal cual hoy lo conocemos, se construye en 1904.
Junín había crecido mucho. En los talleres ferroviarios trabajaban para 1906, 1607 obreros, dependiendo de ellos 6000 personas.

Por ello Junín es declarado ciudad en el año 1906.

 



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